Anuncie su visita con anticipación y no se ofenda si su amigo no desea recibirlo en algún momento.

Procure estar emocionalmente tan cerca como siempre.

Comparta sus emociones, aunque eso implique llorar juntos. También habrá momentos para reir (no pierda nunca el sentido del humor).

Invite a su amigo a salir: a un restaurant, a un cine..., siempre teniendo en cuentas sus preferencias y limitaciones.

Si hay niños en la casa, ofrézcase a cuidarlos cada tanto.

Organice una red de amigos consensuada con el enfermo.

Cuando visite a su amigo, no se sienta en la obligación de hablar todo el tiempo. Pueden ver juntos un video, jugar al ajedrez u otro juego, o simplemente estar juntos en silencio.

Ejercite la escucha sin juzgar.

No opine sobre tratamientos si su amigo enfermo no se lo solicita.

Acepte las elecciones de su amigo.

Aliente la esperanza sin mentir.

Ayude a la familia de su amigo, cubriendo horarios en los que deban ausentarse.

Recuerde que las situaciones difíciles de la vida son oportunidades para el crecimiento espiritual.